jueves, 28 de enero de 2010

Lo que quieren las mujeres





En el post anterior se afirmó que las mujeres buscan nuestros genes. Ellas lo hacen desde luego, a un nivel inconsciente, como la mayoría de procesos mentales. Pero no solo están detrás de buenos genes pues el aspecto y el comportamiento del hombre son fundamentales al momento de decidirse por alguno (el olor les dice mucho sobre nuestra calidad genética y sistema inmunológico).


Biológicamente escogerán al que tenga genes altamente diferenciados a los suyos pues desean que su prole gane durante el intercambio genético (durante la concepción). Entonces, seleccionaran al hombre que posea lo opuesto a sus características genéticas para obtener variedad y mejorar las posibilidades de su futura descendencia.


En cuando a la apariencia y la personalidad, las mujeres buscan a los que sean más parecidos a ellas. Esto ya lo confirmó la psicología. El parecido comprende rasgos físicos, morales e intelectuales. Sobre esto último hablamos de compartir gustos e intereses comunes. Cuanto más parecidos seamos mejor será la relación, afirman diversos especialistas. De modo que es un mito creer que polos opuestos puedan llevarse bien a mediano o largo plazo, aunque al inicio pueda haber mucha atracción o química pasajera.


Las mujeres no quieren en realidad a una persona que compense su carácter o su estado de ánimo, sino a una persona casi igual a ellas. Hay que asemejarse en todo salvo en el sistema inmunológico (capacidad para resistir enfermedades), el cual se distingue por el olfato. Su instinto las inclina hacia hombres responsables cuando desean establecer relaciones duraderas. Estos hombres deben estar dispuestos a invertir tiempo, afecto y recursos en su descendecia. Si encuentran uno estableceran el vínculo emocional.


Los hombres que poseen las particularidades descritas en el párrafo anterior deben cuidarse especialmente de las mujeres que llevan algún tiempo solas. Si no toman las precauciones del caso pueden verse envueltos en una relación sin que se den cuenta (las mujeres apelaran a todos sus viejos trucos para atraparlos).


Lo que quieren puede ser definido o catalogado como "el paquete completo". Una especie de combo que incluye a alguien como ellas aunque con diferente código genético. Necesitan nuestra semilla y compañía hasta que vuelcan su total atención y afecto en sus hijos.







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*) Los genes, por cierto, no determinan del todo nuestra conducta. Lo que hacen es traer consigo límites biológicos dentro de los que nos movemos.





martes, 26 de enero de 2010

Las cartas sobre la mesa



Como hombres hemos nacido con muchas desventajas respecto a las mujeres. Reconocer esto es vital porque establece nuestro punto de partida para eliminar o acortar la desventaja. Tal como hemos sido diseñados no estamos en condiciones superarlas pues sus habilidades sociales son muy superiores a las nuestras.

Si alguien cree que puede vencerlas en su juego está equivocado ya que pueden reconocer nuestras intenciones interpretando nuestros gestos. Nunca las subestimen pues la naturaleza las dotó de esa capacidad. Tarde o temprano serán madres (su cuerpo está diseñado para albergar a otra vida) y deberán reconocer las muecas de su prole. Como los infantes no hablan hasta que ellas mismas les enseñan sus primeras palabras, la evolución ha permitido que puedan entender sus chillidos y otros sonidos aparentemente irreconocibles.

Poner de manifiesto la desigualdad de nuestro género debe servir para cambiar nuestra personalidad y modificarl a manera en la que nos relacionamos con ellas. Afirmar que no las entendemos, que joden demasiado, que agotan nuestra paciencia o que nos parecen locas hace que claudiquemos ante ellas. Es como rendirnos a conocerlas y a descifrar las motivaciones su juego.

Las mujeres no son difíciles de tratar. Es un mito suponer que son absolutamente indescifrables pues sus claves no son del todo secretas. Si creemos que lo son es porque nos han hecho pensar eso a lo largo de los siglos. Que Freud haya renunciado a profundizar su misterio no quiere decir que sean imposibles de conocer.

Antes de reajustar nuestro carácter y prepararnos para comenzar a abordarlas, conviene saber que lo que ellas buscan es lo que no tienen, y lo que no tienen son nuestros genes. Es decir, nos buscan en función de nuestros antecendentes genéticos. Son buscadoras natas de información relevante que les proporcione un perfil más completo de sus potenciales parejas.

Su arte mayor es el del engaño o disimulo. Ellas nos engañan con tal convicción que parecen honestas cuando lo hacen. Sin darnos cuenta nos engañan y van averiguando nuestros principales intereses, esto es, nuestras tendencias. Lo que pretenden con ese juego es que no sepamos realmente lo que está sucediendo. Intentan desconcertarnos, comportándose de manera imprevisible, para que no tengamos tiempo de reaccionar ni jugar con ellas.

Nos mantienen en vilo porque la probabilidad de que las engañemos es muy alta cuando descubrimos que una mujer quiere algo de nosotros; cuando poseemos ese conocimiento somos capaces de engañarlas. Por lo tanto la mujer debe mostrar sus cartas lentamente. Esto las lleva a manipular a su pareja sin que lo sepa y saber ella que lo está manipulando.

La mujer nunca pierde de vista la perspectiva aunque nos parezcan demasiado emocionales y susceptibles. Son apariencias nada más. La mujer siempre sabe lo que está haciendo. Esto es lo que nos diferencia cuando interactuamos con ellas. Su estrategia consiste en no revelarnos que están interesadas en nosotros. Nosotros solamente lo suponemos porque somos muy primitivos.

Que ellas sean mucho más listas al momento de juzgar el comportamiento no verbal y en hallar las pistas de nuestros comportamientos las coloca en una posición evolutivamente superior, pero no imposible de remontar.




La Copa Rota